Muchas veces nos hemos preguntado: ¿qué hacemos en este planeta? ¿Para qué hemos venido?¿Cuál es nuestra misión?.
Tras media vida preguntándome lo mismo, he podido aprender mucho a través de mis prácticas Budistas, de mi vida en La India y de documentarme e informarme leyendo libros que hablan del tema. Me gustaría aclarar que siempre he creído en la reencarnación, así que mis aprendizajes parten de esa base y aquí os los resumo con total respeto a cualquier tipo de creencia que podáis tener, coincida o no con mis creencias.
¿Qué somos?
Para empezar, somos almas que han elegido tener una experiencia humana para seguir aprendiendo y mejorando como seres. Decidimos volver a venir a la tierra en un cuerpo humano, como vehículo que nos permite vivir las diferentes experiencias que nos aportarán el aprendizaje que hemos elegido obtener. Así pues, hay un «plan general» para lo que va a ser nuestra vida en la tierra pero siempre tenemos el libre albedrío de seguirlo más o menos, ya que cada decisión que tomamos desde esa libertad nos lleva a seguir un sendero «ya decidido» por nuestra alma antes de venir o tomar otros senderos que en ese momento de vida humana nos parecen más adecuados.
La planificación de tu vida
En trazos generales, las experiencias que uno vive como humano y las personas que uno se encuentra en el camino ya están «pactados» como parte de tu camino antes de venir en forma humana. Ya hay una «planificación» de lo que va a ser tu vida y con qué personas te vas a encontrar antes de que te reencarnes en este cuerpo humano.
Las personas que se cruzan en mi vida
Es importante saber que todas las experiencias con esas personas que se cruzan en tu vida están pactadas desde el amor incondicional. Sea la experiencia que sea que uno tiene con dichas personas, todo se ha pactado «allí arriba» desde el amor y sabiendo que dicha experiencia es para el mayor beneficio y el más alto aprendizaje de los involucrados. Es por eso que, si somos capaces de ver el aprendizaje positivo de todo lo que nos sucede, ya no hay experiencias malas ni buenas sino sólo lecciones positivas que cada experiencia nos está aportando.
Para poder sacar estas lecciones positivas es importante dejar a un lado la mente y el ego y preguntarse cada vez: ¿qué puedo sacar de positivo de esta vivencia, por muy dura que sea? Así, me di cuenta de que si me rompíeron el corazón no era tan malo porque esa experiencia me ayudó a conectar con mi amor hacia mi misma teniendo claro que merecía ser feliz en pareja; cuando dejé mi trabajo no fue fácil pero me enseñó a respetarme a mi misma y a no permitir que ningún jefe me faltara a ese respeto nunca más; incluso cuando murió mi querida abuela, esa pérdida me enseñó a valorar el tiempo compartido juntas y todo el amor y las cosas que me enseñó de niña.
Elegimos cómo enfocar las lecciones que nos trae la vida
¿Cuántas personas han tenido vidas duras y experiencias traumáticas y eso les ha ayudado a sacar lo mejor de sí y conectar con una gran fuerza que les ha ayudado a salir todavía más fuertes, más llenos de amor y más seguros de si mismos tras dicha experiencia? Esas personas podrían haberse hundido y abandonado toda esperanza también, pero decidieron conectar con ese aprendizaje positivo del trauma vivido y les convirtió en personas más felices y más fuertes que podían ayudar a otros con su vivencia.
Al final, la vida nos pone las experiencias delante nuestro pero lo que nosotros hagamos con esa experiencia es decisión nuestra y de nadie más. ¿Decides ver el vaso medio lleno o medio vacío de las cosas que te pasan? Esa es tu decisión pero, sin duda, si somos capaces de conectar con el potencial infinito que tenemos como seres humanos pase lo que nos pase, se nos da una oportunidad de disfrutar más de nuestra existencia al saber sacarle la lección positiva a toda experiencia.
En toda experiencia hay un aprendizaje positivo
Para mi esta lección fue muy positiva porque dejé de ver mi experiencia humana como un continuo cúmulo de dolor y sufrimiento y pude empezar a apreciar lo bueno que podía sacar de cada vivencia, sintiéndome agradecida por dichas lecciones, sin rencor ni odio hacia nadie, puesto que esas almas respetaban nuestro pacto de cruzarnos y vivir aquello que habíamos pactado experimentar juntos, para nuestra evolución como humanos y como almas eternas. Ya no había gente mala ni buena ni experiencias malas ni buenas: todo es un continuo aprender de las experiencias de las que podía sacar una evolución interna.
Dichos pactos con esas almas que nos cruzamos hacen que, a veces, con unas personas nos toque compartir la mayor parte de nuestras vidas, con otras sólo unos días, unos meses, y tal vez con otras sólo un instante, pero con todas nos tocaba cruzarnos para intercambiar experiencias que nos ayudan a ser mejores personas, si somos capaces de sacar lo mejor de dicho encuentro.
Dicen que las personas somos como las hojas de los árboles que caen siempre alrededor de su árbol y que todas acabamos cayendo por las mismas vidas y reencontrándonos una y otra vez, aunque tengamos nombres diferentes en cada una de esas vidas. Al final, la unión con todas esas almas es el Amor, pase lo que pase cuando nos cruzamos como humanos, siempre nos une el Amor.
La muerte del cuerpo
Y día a día, lección a lección, vamos aprendiendo aquello por lo que vinimos a este planeta. En el momento que nuestra alma cree que ya ha hecho los aprendizajes por los que vino y que es momento de dejar el cuerpo, simplemente pasa algo por lo que esa persona muere y abandona ese recipiente humano. Este momento es muy traumático en nuestra cultura occidental y, por desgracia, no se nos prepara para enfrentar la muerte como algo natural que forma parte de nuestra existencia. Se vive con mucho dolor y miedo.
Por suerte, mis creencias más orientales me ayudan a pensar que, cuando deje este cuerpo, mi esencia seguirá viviendo y que volveré a encontrarme de nuevo con esas almas que amo, en un futuro. También me ayuda a enfocar la muerte de mis seres queridos con aceptación a su proceso de vida puesto que, cuando una alma se siente preparada para dejar su cuerpo, se ha de respetar por mucho que nos duela. Esto me ayuda a enfocar la muerte como algo natural, sin miedo, con paz, puesto que nuestra esencia seguirá existiendo y evolucionando.
Este es mi humilde aprendizaje tras toda una vida de experiencias que he intentado vivir con la mente y el corazón abiertos.
Espero que os haya servido a vosotros, tengáis las creencias que tengáis.
Om Namah Shivaya.
Te acompaño en tu liberación del dolor del pasado y del presente para que recuperes tu poder interior.